Por MSc. José Ostos/ Profesor Universitario/ Entrenador Alto Rendimiento
La tensión psicológica, que se crea en el transcurso de una partida de ajedrez, afecta, de una u otra forma, a ambos contrincantes. Por esta razón, en cualquier torneo es posible observar comportamientos muy interesantes y hasta peculiares por parte de los competidores.
Posee un enorme valor práctico estar muy atentos a nuestro propio comportamiento y al de los adversarios durante la partida. La importancia de este enfoque reside en el siguiente razonamiento: una conducta inadecuada que lleve, por un lado, a un despilfarro excesivo de energías y, por otra parte, a un esfuerzo insuficiente, conduce al ajedrecista a perder el debido contacto con las particularidades de la situación creada en el tablero, dando como resultado que se cometan graves errores o se realicen jugadas superficiales.
A manera de ilustración, se analizarán dos casos típicos de comportamiento observable en las competiciones: El ajedrecista “A” durante toda la partida permanece en su sitio, llegando en ciertas ocasiones a extremos de inmutabilidad. El ajedrecista “B”, a medida que ejecuta sus jugadas, con mucha frecuencia se aleja del tablero.
A primera vista, resulta lógico suponer una mayor calidad y profundidad en las jugadas del ajedrecista “A”. No obstante, la práctica muestra que en reiteradas ocasiones esto no se cumple. Un ajedrecista puede pasar varias horas en intenso contacto con la posición de tablero y, aun así, producir partidas repletas de errores. En cambio, otro ajedrecista se puede dar el lujo de apartarse constantemente del tablero y, de todas maneras, realizar partidas de altísima calidad. Es importante acotar que esta situación puede ocurrir cuando se enfrentan ajedrecistas de nivel y talento semejantes.
La paradoja anterior se explica al estudiar la posible situación del ajedrecista “A”. Si este jugador, durante varias horas, se dedica sin interrupciones a calcular variantes y potenciales combinaciones, es muy probable que mental y físicamente no soporte tal esfuerzo. Las consecuencias no se harán esperar: errores garrafales, omisión de golpes tácticos propios y ajenos, jugadas sin profundidad estratégica.
Por ello, a fin de intentar justificar el hecho de permanecer sentado durante toda la partida, proponemos la aplicación, en forma combinada, de los métodos deductivo e inductivo de razonamiento. Deducción significa ir de lo general y abstracto a lo particular y concreto; la inducción, todo lo contrario: de lo particular y concreto a lo general y abstracto.
En ajedrez, lo concreto vendría a ser el cálculo de variantes y combinaciones; lo general, la valoración de la posición, mediante la consideración de los elementos posicionales que inciden en el carácter de la partida en cada una de sus fases (estructura de peones, casillas fuertes o débiles, ventaja de espacio, ubicación y actividad de las piezas, columnas, filas y diagonales abiertas).
Partiendo de lo expuesto arriba, recomendamos el siguiente modo de enfocar cada partida de ajedrez: cuando el oponente ejecuta su jugada y pone en movimiento nuestro tiempo en el reloj, recurrir al método deductivo: del análisis de factores generales de la posición pasar al cálculo concreto de variantes y posibles combinaciones; en cambio, después de ejecutar nuestras jugadas, mientras el adversario está sumergido en sus reflexiones, entonces es oportuno hacer énfasis en el método inductivo: del cálculo profundo de variantes trasladarnos a las consideraciones generales acerca de los factores posicionales.
Es conveniente aclarar que las anteriores recomendaciones perfectamente las pueden seguir los ajedrecistas tipo “B”, quienes normalmente no soportan estar sentados en el transcurso de la partida. El jugador que está acostumbrado a alejarse del tablero, puede llevar a cabo mentalmente consideraciones de tipo general acerca de la posición o, si lo desea, observar la posición sin sentarse a la mesa de juego, mientras el adversario piensa sus movimientos.
Para concluir, ilustraremos las ideas expresadas, a través de la siguiente posición, tomada de la práctica magistral (ver Diagrama):
En este momento juegan las negras, lo cual significa, desde el punto de vista de nuestra propuesta, que el conductor de las negras debería por el momento dejar en un segundo plano el análisis de factores posicionales y concentrarse en calcular las posibles variantes que se derivan del sacrificio de calidad en “f3” (Txf3). Se supone que antes de llegarle su turno de jugar, Vitolinsh debió formarse una idea acerca de los factores que predominan en esta posición y convencerse de que la suya es inferior. Por su parte, el conductor de las piezas blancas, mientras espera la respuesta del adversario, debería hacer énfasis en las consideraciones generales y confirmar que posicionalmente está mejor que el oponente: piezas blancas más activas, sobre todo, en el flanco de rey, posición insegura del rey negro, mejor estructura de peones, mayor desarrollo de piezas.