Por MSc. José Ostos/Profesor Universitario/ Entrenador Alto Rendimiento
Todo ajedrecista muestra una particular disposición con respecto al ajedrez, que determina, no sólo su grado de entrega en cada partida o competición, sino lo que le produce verdadera satisfacción al jugar. La actitud del ajedrecista expresa la manera en que enfoca todo lo relacionado con el juego. Es así como el ajedrez puede ser visto desde diferentes ángulos: muchos lo consideran un simple juego o pasatiempo; hay quienes lo ven como toda una ciencia; otro grupo de personas lo perciben como deporte de alto rendimiento; también están los que lo toman como un verdadero arte, y así sucesivamente.
La historia del ajedrez ha dejado constancia de diversos enfoques adoptados por grandes maestros del tablero. Veamos algunos casos dignos de resaltar:
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Para Emanuel Lasker, Robert “Bobby” Fischer, Victor Korchnoi, Bent Larsen, entre otros, el ajedrez representa principalmente una lucha sin tregua en todo el sentido de la palabra. Una lucha que no es para pusilánimes o miedosos, ya que exige demostrar una voluntad férrea y hallarse en la disposición de aceptar incalculables riesgos y sacrificios con valentía.
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El ex campeón del mundo, Alexander Alekhine, primordialmente veía en el ajedrez un arte genuino, en donde el aspecto deportivo del mismo debería ocupar un segundo plano con relación al contenido estético de cada partida. Para Alekhine, era preferible obtener unas tablas hermosas que una victoria sin elegancia y contenido artístico.
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Maestros relevantes, tales como Steinitz, Tarrasch, Rubinstein, Nimzovich, estaban convencidos de que el ajedrez es un cuerpo estructurado y lógico de principios y leyes objetivas, sin cuya aplicación es imposible plantear con éxito una
partida. En otras palabras, para ellos, el ajedrez es ante todo una ciencia con sus exigencias y requisitos.
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Es muy interesante conocer la actitud del único ajedrecista latinoamericano que logró coronarse campeón mundial, el gran maestro cubano José Raúl Capablanca, quien en su libro “Lecciones Elementales de Ajedrez” escribe: “El ajedrez es en el orden intelectual lo que el deporte en el orden físico: un medio agradable de ejercitar la parte del cuerpo humano que se desea desarrollar. Además, desde el punto de vista social, los iniciados tienen el resto de su vida una diversión útil para pasar agradablemente muchas horas durante todo el transcurso de su vida. El ajedrez sirve, como pocas cosas en este mundo, para distraer y olvidar momentáneamente las preocupaciones de la vida diaria…”
En estrecha relación psicológica con la actitud hacia el ajedrez aparecen las motivaciones, las cuales llevan al ajedrecista a tomar la decisión de jugar o competir. A manera de ejemplos, es posible participar en un torneo impulsados por los siguientes motivos: a) recibir premios en metálico o trofeos; b) adquirir fama y reconocimiento en el ámbito ajedrecístico; c) clasificar para futuras competencias regionales, nacionales o internacionales; d) derrotar a ajedrecistas de renombre; e) ocupar el primer lugar en el torneo; f) salir invicto del torneo; g) entrenar con miras a próximas competencias h) adquirir experiencia o roce; i) poner a prueba determinados conocimientos teóricos.
Todo esto es de la mayor relevancia desde el punto de vista práctico, porque, si aspiramos a enfrentar con éxito a un adversario concreto, es vital detectar debidamente, tanto en nosotros como en el contrincante, qué es lo que de verdad estimula a competir, dirigiendo la conducta y energías hacia el logro de una meta específica. Es decir, conocer suficientemente las motivaciones propias y ajenas es esencial, a fin de adoptar una táctica de juego que sea la más conveniente a la hora de participar en cualquier competición.
Para concluir, quisiera recalcar que en el proceso de entrenamiento de los pupilos es primordial canalizar los esfuerzos en función de ir desarrollando en cada ajedrecista el máximo equilibrio posible entre su actitud y sus motivaciones, tanto
ajedrecísticas como extra ajedrecísticas, con el propósito final de formar deportistas de alto rendimiento competitivo, sin menoscabar el pleno desarrollo en todos los ámbitos de su quehacer vital.